viernes, 18 de abril de 2008

CADA LUGAR TIENE SU ENCANTO

Por suerte o por desgracia, me ha tocado viajar mucho en esta vida, unas veces por placer y otras por obligación. He pisado casi todas las provincias españolas (pero hay lugares como Castilla - La Mancha o Extremadura que a penas conozco) y alguna que otra ocasión, también he salido al extranjero.
Dicen que de todo libro (por muy malo que sea) podemos aprender algo. Del mismo modo pienso que en todo ser humano hay aspectos interesantes y positivos que debemos valorar. Por eso pienso que en cada lugar, en cada pueblo o en cada ciudad hay sitios que merecen ser visitados (las personas del lugar lo saben mejor que nadie) y por eso las administraciones tienen la obligación de conservar su forma de ser, sus costumbres y tradiciones, el patrimonio artístico, histórico e incluso el acento y la lengua de sus habitantes.
Si bien es cierto que hay costumbres y tradiciones que son salvajes, que consisten en maltratar a los animales (algo que detesto y que no justificaré en ningún caso), hay otras muchas celebraciones que tienen su belleza y su encanto. Sobre esas fiestas salvajes y aberrantes, (tales como tirar una cabra desde un campanario, dar muerte a toros con lanzas, etc.) creo que dedicaré todo un post, pues los animales son seres vivos que nos sirven para muchas cosas, pero no es cuestión de divertirnos a costa del sacrificarles, pues las pobres criaturas no han hecho mal a nadie. Esto me trae la memoria aquella canción de Roberto Carlos (de los años 80) que decía que Quisiera ser civilizado como los animales.
Por motivos familiares, visito frecuentemente Aragón. Hacía tiempo que no paraba, pues hay un desvío para no tener que pasar por el pueblo, pero este pasado fin de semana al regresar de tierras mañas, me detuve unos minutos en El Burgo de Osma, en la provincia de Soria (ya en Castilla y León). El pueblo, villa o ciudad en cuestión, es un lugar precioso, regado por el río Ucero. La foto que he tomado es de allí. Tiene una catedral muy representativa, que es divisada desde casi todo el pueblo. Se conserva una muralla, un castillo a las afueras y la arquitectura está llena de piedra y vestigios del pasado. Poco sé de la historia de este lugar, pero la verdad es que toda la provincia de Soria tiene lugares extraordinarios. Sobre todo si buscas tranquilidad, paz, o sosiego, con sus primaveras teñidas de alegría y sus veranos suaves y frescos.
Poetas como Bécquer, Machado, o Gerardo Diego dan buena cuenta de la magia de esta provincia y en estas tierras encontraron su inspiración. La seriedad, austeridad y sencillez de sus gentes, es digna de tener en cuenta. El visitante queda cautivado por sus paisajes verdes entre el monte y la llanura, entre pinos y sabinares, entre ríos y arroyos, con lugares tan encantadores como los Picos de Urbión (donde nace el Duero), la ermita de San Saturio, el conjunto románico de San Juan de Duero, la Laguna Negra, el cañón del río Lobos, o el pueblo de Calatañazor (donde según la leyenda el moro Almanzor perdió el tambor en la batalla del año 1002). Me quedo con el eslogan que sirve para promocionar el turismo de la zona: “Soria, ni te la imaginas”.
Ya lo decía el grupo Gabinete Caligari: Voy camino Soria / ¿tú hacia donde vas? / allí me encuentro en la gloria / que no sentí jamás.
Lo que esta claro es que Soria, forma parte de esa España que también existe, pero que está olvidada por las administraciones y carece de infraestructuras adecuadas para el siglo XXI. Una España que se muere poco a poco. Esa España de segunda división, que no sale en los telediarios, la forman provincias de interior como Teruel, Cuenca, Zamora, Badajoz, etc. Son lugares que posiblemente tarden en ver pasar al AVE, pero al menos en ellas, aún se pueden contemplar las cigüeñas, o el resplandor de las estrellas. Ojalá que esos sitios tan especiales vuelvan a su antiguo esplendor y que nazcan niños, que echen raíces allí, que encuentren empleo y oportunidades, para que no tengan que emigrar a otras zonas como Cataluña o Madrid.
Y es que la despoblación es el drama que se vive en estos territorios del interior peninsular, sin recursos y sin industria. El desarrollo del turismo rural es un signo de que las cosas están cambiando. Hay que pensar en el futuro y creo que el progreso llegará a todos los lugares. Ojalá vivamos para contarlo.
Lo que está claro es que cada sitio tiene su encanto y que siempre habrá sitios para visitar dentro de este país tan rico y tan variado, pues os aseguro que de todas las provincias en las que he estado, recuerdo al menos dos o tres cosas dignas de recordar, de fotografiar o de visitar. Si valoramos lo propio, con nuestros paisajes y nuestra idiosincrasia, también sabremos disfrutar y entender mejor lo que hay en otros países.

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